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Los científicos están descubriendo que los ovarios no sólo son importantes para dar a luz, sino también para mantener sanos el corazón, el cerebro y los huesos.
Si una mujer pasa por la menopausia -definida como la ausencia de menstruación durante al menos 12 meses- las repercusiones sobre la salud son inmediatas y dramáticas.
Esto se debe a que los ovarios (aparte de su función reproductora) son órganos endocrinos. Y cuando dejan de bombear el cóctel de sustancias químicas que se comunican con casi todos los tejidos del cuerpo, todo se ve afectado, desde el cerebro hasta los músculos y la piel.
“De la noche a la mañana aumenta el riesgo de osteoporosis y de enfermedades cardiovasculares”, afirma Jennifer Garrison, neurocientífica del Buck Institute for Research on Aging de California.
“Los ovarios son los artífices del envejecimiento saludable en la mujer”, afirma Garrison. Por tanto, no tiene sentido hablar de la salud y la longevidad de la mujer sin tener en cuenta la longevidad reproductiva. Por ejemplo, ¿por qué los ovarios se deterioran décadas antes que otros órganos? ¿Por qué algunas personas llegan a la menopausia antes o después? Y lo más importante, si pudiéramos retrasar la menopausia, manteniendo los ovarios en funcionamiento durante más tiempo, ¿se traduciría eso en más años de buena salud?
Por desgracia, durante mucho tiempo la investigación sobre salud reproductiva se centró en la fertilidad y la edad fértil. David Pepin, biólogo reproductivo de Harvard, recuerda que hace cinco años se reunió con la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos para hablar de financiación.
“No podía convencerles de que el funcionamiento de los ovarios y la producción de hormonas son importantes en sí mismos; que los ovarios no son sólo para hacer bebés”, dice Pepin.
Pero la mentalidad está cambiando.
“Ha habido un aumento exponencial del interés y la investigación” en los últimos cinco años, dice Garrison, que en 2020 cofundó el Consorcio Global para la Longevidad Reproductiva y la Igualdad.
Los ovarios sanos producen una serie de moléculas que envían señales a órganos distantes para ayudarles a funcionar. Una de las más estudiadas es el estrógeno, que fluye y refluye con el ciclo menstrual y alcanza su máximo en los días previos a la ovulación. Pero los receptores de estrógeno -las moléculas que captan el estrógeno y desencadenan las acciones posteriores en células y tejidos- están presentes en todo el cuerpo, extendiendo el alcance del estrógeno mucho más allá de los órganos reproductores.
En el momento en que el estrógeno se une a su receptor, el complejo resultante actúa sobre el ADN para activar algunos genes y desactivar otros. Por tanto, el estrógeno está metido en muchos asuntos. En el sistema cardiovascular, la hormona ayuda a ensanchar los vasos sanguíneos y a que su revestimiento sea liso y resbaladizo, lo que reduce la presión arterial y evita la formación de coágulos. En el cerebro, es neuroprotectora : reduce la inflamación, favorece la salud de las sinapsis y elimina las proteínas mal plegadas. En el sistema musculoesquelético, el estrógeno ayuda a construir y reparar los músculos y a mantener los huesos.
La pérdida de estrógenos, por tanto, aumenta el riesgo de que las mujeres desarrollen diabetes, enfermedades cardiovasculares, demencia, osteoporosis y otras. Por otro lado, las personas que entran en la menopausia más tarde que las demás tienden a vivir más tiempo y con mejor salud. Este beneficio se extiende incluso a sus hermanos varones, lo que apunta a un posible vínculo genético entre la salud reproductiva y la longevidad general.
Aunque los científicos han caracterizado algunas consecuencias del fallo ovárico -tanto prematuro como parte del envejecimiento normal-, los procesos que lo impulsan siguen siendo un misterio.
Lo que sí sabemos: En la pubertad, cuando los ovarios contienen aproximadamente 400 mil folículos, el cerebro empieza a comunicarse con estos órganos y activa hasta mil folículos latentes -sacos llenos de líquido que albergan un óvulo en desarrollo- cada mes. De ellos, un puñado madura, produciendo hormonas como el estrógeno y la progesterona, que envían señales al cerebro para preparar el útero para un posible embarazo.
La mayoría de los folículos en crecimiento se marchitan y mueren; pero cada mes uno (y a veces dos o tres) madurará completamente y liberará un óvulo para su posible fecundación. Este proceso se repite cada mes hasta la menopausia, cuando quedan menos de mil folículos.
Sin embargo, años antes de la menopausia, los mecanismos de retroalimentación entre el cerebro y los ovarios (y los folículos que contienen) se vuelven caóticos a medida que disminuye el número de folículos, explica Pepin. Pero se trata de una “caja negra” en lo que se refiere a cómo afecta esto a la trayectoria del envejecimiento ovárico o si difiere de una persona a otra, afirma.
Sin embargo, si estos mecanismos de retroalimentación son importantes, una forma de preservar una función ovárica saludable puede ser conservar los folículos que se tienen.
Pepin demostró que la hormona antimülleriana, que se fabrica en los folículos y controla el número de los que se activan (y, por tanto, de los que acaban perdiéndose en un ciclo menstrual), puede hacer precisamente eso.
Cuando se inyectó la hormona a ratones expuestos a quimioterapia (que parece activar el desarrollo de folículos inactivos, aumentando el número de óvulos que mueren en cada ciclo), se activaron menos folículos y se mantuvieron más óvulos en reserva que en los controles que recibieron solución salina.
Fuente: Could menopause be delayed?
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